De noches y velas

Nos abrazamos como si hubiéramos vivido una pesadilla. Le dije que había historias preciosas, con un bonito final, escritas por valientes cobardes. Me contestó -te quiero- con la boca pequeña. Como si tuviera más miedo a que lo supiera que a decirlo. Me di cuenta antes de que sus lágrimas se precipitaran por sus mejillas que sólo estaba cansada. De querer y que sólo quisieran jugar a quererla. Cómo le pides a alguien que confíe en ti cuando lees decepción en cada uno de sus párpados. Yo no quise derribar su escudo porque me quería, sino porque sabía que detrás de él, de esa mirada sin esperanza, había un mundo en el que vivir entre sonrisas. Dibujamos cruces en cada ciudad en la que vivir, creando un mapa con más sueños que el tesoro que escondía su espalda. Acariciamos cada una de nuestras cicatrices como si fueran a desaparecer, como si fuera posible borrar las marcas de todos esos besos con más intenciones que deseos. Las cosas que planeas junto a alguien nunca salen como pensabas. Si cerramos todas las puertas sólo podremos escapar por las ventanas. Y a mí siempre me han dado miedo las alturas. Yo la quise sin un plan b; sin una bala en la recámara, tintando de sueños cada noche en vela.

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