Venía de otro mundo,
lo prometo.
Y de eso te das cuenta rápido,
porque ya desde el principio
sabes que no volverá
a suceder nada ni nadie
parecido.
No ocultaba sus intenciones
tras esa mirada de loca
sin remedio ni miedo
ninguno.
Y en su cuerpo
no había ninguna herida abierta
que necesitara de otra
para cerrarse.
Apostaba siempre por ella
y así siempre ganaba.
No temía a absolutamente nada
y eso la convertía en irrepetible.
No era agua en el desierto,
era oxígeno en Marte.